Sexo en la antigüedad con prácticas que hoy en día pueden ser mal vistas

La homosexualidad, prostitución, e incluso el incesto eran normales en algunos lugares hace miles de años atrás

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EnEspañol24.com.- En la época moderna se puede decir que vivimos en un mundo aparentemente sin tabú, con respecto al sexo, muchas de las prácticas que se desarrollan actualmente tienen su origen en la antigüedad y muchas de las costumbres que parecen modernas ya se realizaban hace 500 o 1000 años e, incluso, antes de Cristo.

Uno de los ejemplos más fehacientes son el Antiguo Egipto o Roma, donde en aquella época también se intentaba poner punto final a los tabúes, siendo sus mayores practicantes los de la Realeza o miembros del Imperio, luciendo en primer lugar el faraón, quienes practicaban el incesto como medida para preservar el linaje.

En el antiguo Egipto, las orgías eran otra actividad sexual común entre los egipcios, incluso en los banquetes de la alta sociedad, era bastante frecuente que terminaran en relaciones sexuales entre varias personas. Además, podían darse en los barcos mientras se navegaba por el río Nilo, así lo describió Herodoto, narrador de la Antigua Grecia.

Una de las leyendas más expuesta es la existencia de las felatrices, prostitutas expertas en felaciones, destacaban por pintar sus labios de rojo. También se menciona el caso de los faraones que acudían al río Nilo a masturbarse una vez al año, en honor al Dios Atum quien, según la historia, apareció de la nada y se masturbó, saliendo de su semen todos los Dioses que lo ayudarían a gobernar.

A lo largo de los años, la sociedad la calificado el incesto, las orgías y la masturbación como “aberraciones”. Pero estas no eran las únicas, pues los egipcios también practicaban la necrofilia, aunque estaba mal vista por la sociedad, no era penada legalmente, por lo que los embalsamadores de momias, abusaban de los cadáveres y no eran castigados.

Pese a que la sociedad egipcia tenía diferentes prácticas sexuales completamente libres, sí se castigaban las violaciones y el adulterio, a los primeros se les castraba, mientras que a las mujeres infieles les cortaban la nariz.

La antigua Grecia y la homosexualidad

En aquel entonces, los griegos realizaban prácticas pederastas, con el fin de inducir a los jóvenes, ya entrados en la pubertad, en la edad adulta. Para ello, había un mentor que asumía la formación militar, académica y sexual del joven, puesto que en ese período no era considerado legal o socialmente un hombre hasta que alcanzaba la edad del casamiento.

Cabe destacar que esta práctica fue la que condenó a muerte a Sócrates “por corromper a la juventud”, y esta fue principalmente una conducta aristocrática. Pese a ser aceptar como una práctica habitual en este grupo, ya en la etapa adulta la homosexualidad en hombres derivaba en conductas homófoba, y también la burla de los plebeyos.

Pese a que en Atenas la pederastia era una práctica común, en Esparta formaba parte del adiestramiento militar, aunque fue en Tebas donde surgieron en mayor cantidad los episodios más conocidos de índole homosexual, naciendo allí el Batallón Sagrado de Tebas, una unidad élite formada por 150 parejas masculinas.

El caso de Roma

A diferencia de Grecia, en la Antigua Roma la homosexualidad no era bien vista, pero no era considerada un crimen, y veían a esta como una consecuencia de la decadencia griega. No obstante, un punto importante en este tipo de relaciones era quién era el pasivo y quién el activo en estas parejas.

Uno de los casos a mencionar es el de Julio César, pues estuvo rodeado de polémica por mantener relaciones sexuales con Nicomedes IV, rey de Bitinia, pero no por la relación de ambos sino porque el primero era la parte pasiva. Sin embargo, él siempre negó dichas afirmaciones y, de hecho, era un conocido casanova con inclinación por las esposas de senadores y políticos.

En Roma, sus habitantes celebraban los Lupercales, un festival de depravación, donde los jóvenes se iniciaban en la vida sexual, y la prostitución era vista como un mal necesario, pues la consideraban “una auténtica bendición” que permitía a los jóvenes dar rienda suelta a sus deseos carnales más bajos, “sin molestar a las mujeres de otros hombres”.